Los últimos acontecimientos me
han hecho pensar en Europa. En los del sur. En los del norte. En los clichés
que manifiestan los unos acerca de los otros. Y en que parece que estos dos
bandos —los
“radicales antisistema bolivarianos” y
la “derechona”— viven sus propias
creencias políticas, económicas, culturales con una pereza intelectual solo
comparable a la fe que se tiene en el santo de turno.
Hay amor, sí. Amor por sus
propias ideas. Por su propio estilo de vida. Endiosamiento de sus formas de
pensar. Descalificación hacia lo diferente. Y pocas ganas de razonar.
El pasado 25 de enero, Grecia
puso su destino en manos de un hombre peculiar. Un señor corpulento,
descontracturado y amante de las camisas negras. Un personaje salido de una
película de acción, de pómulos prominentes, nariz significativa y sonrisa
perpetua que contrastaba severamente con la situación actual de Grecia.
Había mucho en juego y
justamente, la partida que debía jugar Grecia, no era económica ni siquiera
política. Grecia debía resolver un caso complejo de teoría de los juegos que
solo un economista experto en este campo podía resolver.
Muchos pensaban, entre ellos el
Canguro, que por ahí estaría el camino. Una cuestión de táctica. Un as en la
manga. O un sofisticado artilugio de magia que pudiera hacer quebrar la fe
ciega de los que algunos llaman la Troika (¿tendrían algo que ver aquellas
camisas negras, la bufanda de cachemir de Burberry o aquel chaquetón de cuero
que llevó cuando se presentó ante Cameron?).
Seis meses después hemos descubierto
que detrás de su estilo provocador, burgués y de enfant terrible no había mucho
más.
Grecia ha caído en una trampa
aunque, en realidad, todos los europeos han tropezado en una hermosa emboscada.
La ilusión de la moneda fuerte. De la especulación inmobiliaria. De los coches
de lujo comprados con el dinero de la hipoteca. Y al final, la trampa se
convirtió en paro (Grecia y España encabezan la tasa de paro 26,5% y 24,5%
respectivamente),
desigualdad y en la constatación de que todo era falso, incluso las
estadísticas.
En estos días muchos quieren
hacer resurgir la sombra de Argentina. Y el destino de un país que pasó por
severos ajustes y altas tasas de paro para terminar con un corralito y un
default.
La moraleja no ha sido bien
entendida por todos pero es posible que la ortodoxia no quiera que Grecia sea
Argentina. O mejor dicho, dentro de la Europa del euro solo caben dos
alternativas: que tengamos gobiernos conservadores o que tengamos gobiernos de
izquierda que apliquen políticas de gobiernos conservadores.
Cualquier variación de este
escenario debe ser atajado de alguna manera. Una de ellas es hacer lo que está
haciendo Europa con Grecia: presionarla para que adopte las medidas que adoptaría
un gobierno conservador o, en su defecto, forzar la dimisión del gobierno en
cuestión. Por otra parte, puede que
políticamente sea conveniente asustar al resto ¿ves lo que pasa cuando gobierna
la izquierda?
Pero centremos el debate. Pase lo
que pase en el referéndum, el futuro inmediato de Grecia es negro. La trampa y
la irresponsabilidad fue pensar que un gobierno que se opone a las medidas de
la llamada Troika sistematizadas en el Tratado de Lisboa
(un texto ratificado por todos los grandes partidos políticos en España y por
la mayoría de países de la UE),
iba a ser capaz de plantear un modelo alternativo económico dentro del club del
euro.
Nos guste o no, hay una reglas en
este club —probablemente injustas y crueles con algunos países—
pero, a menos que se cambien esas reglas, no hay margen de acción más que
cumplirlas. Esas reglas fueron ratificadas por la mayoría de los países del
euro hace escasos años. ¿Saldría otra vez el SÍ al Tratado de Lisboa si se
volviera a ratificar en los Parlamentos?
Probablemente, si se volviera a
votar, el PP y PSOE apoyarían otra vez el Tratado, lo mismo haría Ciudadanos
mientras que Izquierda Unida y Podemos votarían claramente en contra, lo cual
sería tildado de radical. Cualquier alternativa que se aleje de las opciones
del votante medio puede ser catalogada de sospechosa.
Pero volvamos a nuestro
tema.
Grecia no cumple las condiciones del club y prometió
cumplirlas porque aplicar las reglas del Tratado de Maastrich y del Tratado de
Lisboa solo permite un tipo de política económica. La de los llamados liberales.
La de la austeridad y el ajuste presupuestario. La del control de la inflación.
No lo estoy cuestionando. Solo
constato esto para los que creían que otro mundo es posible.
Sí, otro mundo es posible. Pero
no en la Europa actual.
Lo sabíamos antes y lo sabemos
ahora. Estaba escrito. Y ratificado por los Parlamentos. Y difundido en todos
los medios de comunicación. Y aun así, un grupo de cuarentones cancheros
ilusionaron a una mayoría griega en un acto de fe desesperado y entendible. La misma
fe que demuestra Alemania y sus secuaces
en defender a los acreedores. Solo falta que todos saquen sus rosarios. Recen
en voz alta. Hagan ayuno. O peregrinen a Santiago.
Pero volvamos al actual gobierno griego… ¿Por
qué un gobierno ilusiona a la gente con
falsas promesas?
Tsipras mintió a su población o,
por lo menos, su irresponsabilidad es obscena y negligente.
Pero no solo actuó de forma
cuestionable el gobierno de Grecia. Habrá
quien plantee que la Troika y Europa actuaron pesimamente prestando dinero a
alguien que sabían que era insolvente.
Pero…esta música me suena ¿No
pasó lo mismo en Argentina? ¿No será que al fin y al cabo, puede ser un buen
negocio prestar a los insolventes?
Los adalides de la austeridad,
como Alemania, se jactan de ser muy ahorradores. De trabajar duro. Y puede que,
en algún sentido, les repatee que cuando viajan a España las carreteras sean
hermosas, amplias y nuevas, los aeropuertos, numerosos y cero kilómetro, mientras sus autovías siguen allí donde están. Gauchas
pero sin estridencias. Así, son los alemanes. Austeros incluso en sus
manifestaciones religiosas (recuerdo sus iglesias, sobrias, oscuras sin todo
ese oro tan visto por el sur de Europa). Y me acuerdo de la Catedral de Toledo,
hermosa, orgullosa y pedante. Signo de ostentación y riqueza de otros tiempos.
De otras naciones…
Pero volvamos, volvamos.
Decíamos que el business puede
que esté en prestar a países insolventes. Países de grandes catedrales. De
Partenones y reliquias de tiempos pasados. Pero para que el negocio cierre, es
preciso diseñar una arquitectura económica europea acorde. Es decir, una arquitectura que contemple una
moneda fuerte y un control férreo de la inflación. Ya sabemos que los ahorradores
compulsivos son alérgicos a la inflación mientras que los deudores prenden
velas al santo de turno para que la subida de precios licue un poco sus
abultadas deudas.
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Fuente: http://www.markus-bussmann.com/2015/03/grexit.html |
Los ahorradores compulsivos como
Alemania necesitan que las reglas del juego estén de su parte y eso significa
sostener el negocio el Tratado de Lisboa que imprime unos objetivos funcionales
a Alemania.
El problema, tal como nos relata
Piketty,
es que en un esquema europeo como el
actual – sin una política fiscal europea—solo podemos crear mayor desigualdad.
¿Es ese el modelo europeo que le vendieron a la gente cuando decidieron entrar
a la UE?
Está todo dicho señores, que nadie acuse a
nadie de engaño. Ya lo sabíamos. No es posible una política económica expansiva
dentro de la zona euro y no es posible plantear un modelo alternativo porque la
Europa actual es todo menos democrática.
Tanto si sale el SI o como el NO.
Está jodida la cosa. En el primer caso, Tsipras está legitimado para salir
corriendo. Es decir, dimitir y llamar a elecciones. Sería una salida elegante
para él y para su partido pero sumiría al país a una sangría que haría muy
difícil que el país remonte. Y si sale el NO, Grecia podría devaluar e impulsar
las exportaciones pero el resto de Europa no se lo pondría fácil. Reinaría la
incertidumbre y los capitales terminarían por fugarse definitivamente. La única
alternativa, a falta de recursos naturales, es darle a la maquinita y potenciar
el turismo.
En efecto, en las citadas
circunstancias, plantear un referéndum deprisa y corriendo, es chapucero y
cobarde. Es improvisado y no hará más que desquiciar aún más si cabe a la ya
castigada población griega que se ve ante dos opciones parecidas e igualmente
trágicas: ¿me suicido con cuchillo o con pistola?
Es muy loco pero parece haber una
estrecha relación entre el suicidio y las deudas. Todos recordamos el más
reciente caso en Argentina del financista Mariano Benedit
(aunque hay muchos más)
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Fuente: http://actualidad.rt.com/sociedad/view/106179-banco-rusia-deudores-suicidio-tinkoff |
encontrado con un tiro en la cabeza y con muchas
deudas. En definitiva, es lo que hacen muchos deudores angustiados: acabar con
su vida. Lo hacen los pequeños ahorristas ahogados con sus deudas hipotecarias.
Lo hacen los grandes financistas en todos los países del mundo. Los notarios
cuando ya ven que no pueden seguir siendo garantes para pedir más dinero al
banco.
En definitiva, para endeudarse parece que no
es tan importante ser solvente como tener una imagen que te sirva de garantía.
Grecia carece de las dos cosas y parece que más de uno quiere instigarlo al
suicidio. Dejar la decisión en manos del pueblo griego es injusto y cruel. Hace
unos años leía una noticia bizarra al respecto: un banco ruso mandaba a sus
morosos una carta sugiriéndoles el suicidio. Parece que la iniciativa no prosperó pero
pone de manifiesto el gran negocio de prestar a los insolventes: a los que ya
tienen la soga al cuello.
Volviendo al país heleno, un último
escenario, aún más preocupante, es que Grecia, a falta de financiamiento
externo y a falta de recursos propios busque sombra en otro aliado. El problema
es que los aliados poderosos suelen ser aún menos democráticos que la “venida a
menos” democracia europea.
Paul Krugman acusa a Europa de
querer destruir la democracia griega.
De nuevo y lo repito más claro y más alto, ¡es su trabajo! La democracia en los
países de la UE es completamente incompatible con el Tratado de Lisboa. El
citado tratado nos dice claramente qué gobiernos debemos tener. Y si no tenemos
esos gobiernos, deben caer.
Solo nos resta abrir los ojos y darnos cuenta
de que no existe la verdadera democracia en el seno de la UE. Grecia es el
ejemplo más evidente.
La convocatoria de referéndum
solo es producto de una chapuza. Un último manotazo de ahogado que le permita a
Syriza una retirada elegante en caso de que triunfe el sí.
Por último, hay quien puede decir
que más democracia no nos lleva necesariamente al progreso económico. Y este es
un debate interesante y que en el fondo es lo que está en juego.
Europa nos está diciendo muy
claro: no debemos permitir que la democracia sea un obstáculo para el
crecimiento económico.
Este debate no es trivial y hace
rato que algunos economistas apuntan en este sentido. ¿La democracia puede ser
un lastre para el crecimiento económico desenfrenado? China está camino en convertirse en la
primera potencia mundial y no será gracias a su democracia. El milagro del
sudeste asiático es otro ejemplo significativo que nos debiera hacer
reflexionar.
Independientemente de la
cuestionable performance del gobierno griego en este asunto, me quedo con las
palabras de Thomas Piketty:
Hay una especie de amnesia y de
ignorancia históricas por parte de nuestros dirigentes que es absolutamente
chocante porque Europa se construyó en los años 50, precisamente, sobre el
abandono de las deudas públicas del pasado para invertir en infraestructuras,
en crecimiento".
Alemania tenía una deuda exterior
considerable que fue anulada por las conferencias de París y de Londres de 1953
y 1954, justo para invertir en el futuro", aunque sus precedentes
gobiernos "habían hecho tonterías mucho más graves que las de los gobiernos
griegos en 2009.
Piketty nos invita a reflexionar sobre las
delicadas conexiones entre democracia y capitalismo. Y todo parece apuntar que
mientras más gente se sienta fuera del sistema más legitimidad tendrán para
pensar que esta democracia no les sirve para solucionar los problemas de su
vida cotidiana.
Y luego no nos extrañemos cuando esos
excluidos se sientan tentados de otras opciones aún más excéntricas y
preocupantes.
Démosle a los ciudadanos razones para
quedarse dentro del sistema.
Que romper las reglas del juego no resulte
atractivo para las masas es misión de los gobernantes.
Se me pegan las neuronas por el calor.
Esto es infernal. Ya mismo corro a por mi vermuth fresquito. Y mis olivas
griegas.
Negras. Arrugaditas. Ligeramente dulzonas.
Etiquetas: Alexis Tsipras, crisis económica, euro, Paul Krugman, Syriza