Tres violaciones y una sola victima: privacidad y dignidad humana


Hace unos días escuchábamos la nefasta noticia de que los cinco miembros de La manada habían sido condenados no por violación sino por abuso sexual[1] a nueve años de cárcel. Ya todo el mundo sabrá la indignación que generó este fallo en donde el mensaje que se trasladó a las mujeres y la sociedad en general fue cristalino: si te resistes, te arriesgas a que te maten. Si te dejas “abusar”, puede que no te crean.
¿Realmente creen que a las mujeres les sale a cuenta ir a la justicia?
Pasar por un proceso judicial de este calibre es un trago muy amargo con el agravante del componente mediático.
Sin embargo, algunos ingredientes en esta historia agravan la indefensión de la víctima y de las mujeres en general. 
Hace unos días nos desayunábamos con una malísima noticia, que ahonda aún más mi descreimiento en la justicia. Los datos de la víctima se habían filtrado durante días. Datos sensibles. Datos personales. Un error de consecuencias inimaginables.
Este último hecho resulta gravísimo casi a la misma altura que la misma violación. En efecto, es una violación aunque de otro tipo. Miles de personas acceden a lo más íntimo, tus datos personales y tu imagen. Realmente el daño que esto ocasiona es irreparable.
Realmente, me permito pensar quién vigila los datos de miles de sentencias que deberían estar protegidas. ¿No deberíamos, para algunos casos especialmente sensibles, tener una especie de policía vigilante de los datos de sentencias judiciales? Señores, no podemos dejar esto solo en manos de la Audiencia de Navarra.
Según, lo publicado en La Vangurdia, los mismos periodistas alertaron sobre el hecho. ¿Cómo puede ser que no haya nadie velando por la protección de estos datos? No a posteriori, sino antes. 
¿Cómo se comportarían estas vacas asturianas si tuvieran consciencia de ser espiadas? ¿Cómo varía nuestro comportamiento cuando nos sentimos observados?

Casi podríamos decir que en estos casos la violación se vive por partida triple. Que alguien sea víctima de violación es un trauma. Que encima tengas que exponer tu intimidad a la justicia, supone revivirlo todo y exponerlo a un tribunal y a unos sujetos que probablemente te difamarán como estrategia de defensa. Y para colmo de todos los males, si tienes la mala suerte de que se mediatice el caso, tu vida estará expuesta a toda la sociedad, agravando aún más la sensación de desamparo. Es como si la víctima hubiese vivido por partida triple una violación que nunca debió haber sucedido.
Creo que no somos conscientes de las repercusiones que tiene este asunto en nuestra individualidad. ¿Podemos entender el derecho a la privacidad como un aspecto de la dignidad humana? Algunos autores apuntan a esta línea. El derecho a la privacidad no solo puede prevenir un trauma psicológico o la difamación, sino que constituye una parte sustancial de nuestra individualidad. Cuando perdemos eso, algo en nuestra libertad se ve dañado. No actuamos igual cuando nos sabemos espiados. Es decir, no se trata solo de evitar que la sociedad tenga una imagen distorsionada de nosotros. Sino de que tenga una imagen, sea cual sea. Incluso aunque tengamos una buena reputación, cabe preguntarse, ¿por qué debo tener una reputación? ¿Por qué no puedo permanecer en el anonimato? De eso se trata cuando hablamos de dignidad humana y justamente es lo que plantea Bloustein cuando escribió a mediados de los sesenta Privacy as an aspect of human dignity[2]

¨El error estar en reemplazar anonimato por notoriedad, en transformar la vida privada en un espectáculo público.¨ (p.169)

Y continúa:

¨El hombre que es obligado a vivir cada minuto de su vida entre otros y cuyas necesidades, pensamientos, deseos, preferencias o gratificaciones están sujetas al escrutinio público, ha sido desprovisto de su individualidad y de su dignidad humana. Ese tipo de individuo se diluye en la masa. Sus opiniones, siendo públicas, tenderán a nunca ser diferentes, sus aspiraciones, siendo públicas,  tenderán siempre a ser convencionales, sus sentimientos, siendo abiertamente expuestos, tenderán a perder su cualidad diferente. (p.188)

¿Les suena este escenario? A pesar de que el artículo es de 1964 no pierde vigencia.  
Esta ha sido es una semana triste. Para la víctima. Para la justicia. Y para todos los que defendemos la protección de nuestros datos. Hoy en día, nuestros datos son lo más preciado. Una parte más de nuestro cuerpo. De nuestra alma.
Que nadie los viole.



[2] Artículo incluido en  Schoeman, F. D. (Ed.). (1984). Philosophical dimensions of privacy: An anthology. Cambridge University Press.

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